Cuesta definir el movimiento
musical chileno actual como un todo. Probablemente eso pase en todos los países.
No me cabe duda que Inglaterra es más que los Artic Monkeys o que en Argentina
se cuecen otras habas distintas a Soda Stereo. Pero al menos en ambos casos la
identidad se conoce rápido.
No me trago (y nunca lo he
hecho la verdad, ni cuando sacaron discos grandiosos como Fome o Unplugged MTV)
que Los Tres sea todo (o lo mejor) de lo que se trata el rock chileno, pese a que probablemente
sean los más cercanos, más basado por su gran capacidad musical que les permite
tocar lo que se les pase por la cabeza.
Tampoco creo que Los
Prisioneros cumplan con el título de mejor representante musical de estas
tierras. Pese a que creo fueron grandiosos, ellos responden a un contexto muy
particular de Chile. Pudieron haber musicalizado sus letras con rap e igual la
gente los habría esuchado y respetado.
Menos aún, que la actualidad
esté basada en Los Bunkers (que tienen todo mi respeto) o la hermosa Fran
Valenzuela (que tiene todo mi respeto y admiración) o Chinoy (que tiene algo de mi
respeto). Y mi argumento es simple: Santiago tiene una escena under demasiado
grande. Lugares como el Bar Uno o casi entera la comuna de San Bernardo son
ejemplos de lo que digo.
Como músico de cantina, me
he topado con infinidad de bandas de todo estilo. Algunas me han dejado
indiferente, otras en cambio, me han dejado pegado sus melodías por semanas.
Incluso si me apreta un
poco, le puedo decir que ni los Hielo Negro representan la escena actual. Claro
si me quiere apretar más y preguntarme de qué va la escena musical chilena creo
no tener la respuesta tan clara. Sé que Concepción y Valparaíso han aportado
mucho a tener algún tipo de identidad. Así lo nuestro debiese sonar
acústico y punk a la vez. Por otro lado, sin duda la gran Violeta Parra puso la primera
piedra y contribuyó a una edificación inconclusa. Además creo que Santiago ha hecho todo lo contrario a Conce y Valpo. Ha contribuido a perder y confundir el camino. Esta aseveración la baso
principalmente en el masivo apoyo que hay a:
1.- Bandas tributos
2.- Los mismos músicos de
siempre
Del punto 1 qué puedo decir
conservando el respeto que me caracteriza. Jamás he podido entender el arte
como un medio encapsulado en donde se te restringen las ideas por respeto a
alguien que las tuvo antes que tú. Es algo parecido al argumento ad verecundiam, o sea
lo respetamos sólo porque lo dijo una autoridad en la materia (Slash, Keith
Richards y Richie Sambora sin duda son autoridades en la materia, mas no creo
en tocar lo suyo como si fuera mío). Pero al menos tengo fe en que este
fenómeno esté por finalizar (quizá 10 años más) ya que las grandes bandas cada
vez se interesan más por el cono sur de América, entonces en lugar de ir a ver al tributo, mejor vas a ver al original.
El punto 2 es simple. Cada
festival musical grande como el Día de la Música o algo organizado por la SCD
lleva entre sus filas a Denise Malebrán, Quique Neira, Chancho en Piedra etc. Dejando
poco espacio para las nuevas generaciones.
En la escena santiaguina algo se está cociendo. Quizá a fuego demasiado
lento, pero algo se coce.