martes, 26 de mayo de 2015

Montage of Heck: cuando una imagen vale más que mil palabras

La historia del joven destrozado por el divorcio de sus padres, que conquista el mundo con una guitarra y  termina con un escopetazo en la boca, es una novela griega en sí misma. La biografía de Kurt Cobain, el rubio rockero nacido en Aberdeen y líder de Nirvana, es tan buena como su música. Una triste obra magistral, que ni Kubrick pudo haber escrito mejor.
Montage of Heck es el más reciente acercamiento a las entrañas del precursor de la movida Grunge. El documental, dirigido por Brett Morgen, fue estrenado en el Festival de Cine de Sundance 2015 y por estos días llega a nuestro país para el gusto de todos los viudos de las camisas de franela y los jeans a medio romper.
La cinta muestra de forma desnuda y en orden cronológico la vida del músico, con imágenes conmovedoras de cuando era un crío y se esforzaba por tener la atención de su, en ese entonces, unida familia.
En los primeros registros se puede apreciar a un hiperactivo niño con una brillosa melena rubia como el centro de atención de sus padres y tíos. Como si ya estuviera escrito de antemano, el chico, de no más de siete años, toma una guitarra y mira con carisma a la cámara. Un presagio memorable. Quince años después haría lo mismo, tomando una Fender Jaguar, su favorita, y conquistando a millones alrededor del mundo.
Destacan en el filme los comentarios de Wendy y Don Cobain, los progenitores del líder grunge. Ambos coinciden en que Kurt sufrió un cambio drástico tras la ruptura matrimonial.
La interacción de la historia con dibujos animados y algunas obras de arte del propio Cobain están perfectamente logradas. A esto se suman los arreglos acústicos a temas clásicos del Nevermind, como Smell Like Teen Spirit. Apreciable sutileza.
Que Cobain fue un yonqui pegado en la heroína no es novedad para nadie. Pero una imagen vale más que mil palabras, dicen. Verlo raquítico, con llagas en la cara y quedándose dormido con su hija en brazos por la droga, te estremece el alma. “No estoy drogado, sólo estoy cansado”, dice Kurt con tono molesto a Courtney, quien le reprocha su actitud frente a su pequeña.
A esa altura la heroína en su vida era una constante. Probablemente el cansancio también. La vida se le alejaba lentamente.
Otra historia conocida, pero que con imágenes te produce cosquilleo, es el amor entre Kurt y Courtney. En un video casero de 1992 se les ve jugueteando en el baño y compartiendo chistes. Mientras Cobain se afeita, le echa en cara a su mujer lo odiada que es en Estados Unidos. Todo de forma cordial y amorosa. Ella ríe y muestra los senos a la cámara. Puro romance.
Eso sí, discrepo con el director del filme, quien en un artículo del New York Times se mostró sorprendido por ver a Cobain “cariñoso, gracioso y cálido, que disfruta ciertas facetas de su vida”. Eso ya lo dejó graficado en 2005 Charles R. Cross, en la que es probablemente la mejor biografía del músico, Heavier than Heaven.
Otro punto en el que Morgen no parece actualizado es en la relación entre Love y Cobain.  “En las películas caseras que vi, Kurt no es sumiso. Courtney no lo domina. Creo que esta película realmente va a poner en entredicho lo que piensa la gente”, dijo en el artículo antes señalado. Esto también fue echado por tierra por el libro de Cross diez años antes.
En suma, una historia conocida, pero acompañada con novedosas y emotivas imágenes. Un material que todo melómano debe tener en su colección para entender mejor la compleja y, quizás incomprendida, vida del último héroe del rock and roll.

domingo, 24 de mayo de 2015

Obrigado, Rival Sons

Un viaje a otra época. Así fue el show que Rival Sons presentó el pasado 25 de abril en el Monster of Rock de Sao Paulo, Brasil. No exagero. Los estadounidenses, que ya cuentan con cuatro discos en el cuerpo, abrieron con Electric man, con un Jay Buchanan inspiradísimo. “Brasil, somos Rival Sons. Estamos aquí para tocar rock and roll”, introdujo el líder de la banda para iniciar su fiesta.

La calidad vocal de Buchanan se mostró al más alto nivel. Su garganta es un torbellino sonoro que a ratos tiende a asemejarse a la voz de Janis Joplin. En el escenario se mostró poseído, tirándose al suelo y haciendo sus líneas vocales desde ahí. Una especie de Jim Morrison en 2015.


“Obrigado”, decía con tono pausado cada vez que terminaba una canción. El público reía de su pronunciación y de que, al parecer, era la única palabra en portugués que tenía bajo la manga.

Las elaboradas líneas de guitarra de Scott Holiday, los potentes bajos y coros de Dave Beste y la destreza en la batería de Mike Miley resultan el acompañamiento ideal para que Buchanan deje su condición de humano y se vuelva un ser supraterrenal del rock and roll. Calidad y dureza. Asemejándose  perfecto a los dioses del rock de los setenta y ochenta.
No obstante, los integrantes de la agrupación detrás del vocal se mostraron bastante estáticos, más preocupados de sus instrumentos que del show. De esta forma, Buchanan parecía en una fiesta de éxtasis y alcohol, mientras que los demás en un cumpleaños quinceañero (de los antiguos, no los de ahora, claro).

Los cambios de ritmo de Play de Fool descolocaron y desfiguraron a todo aquel que no conocía a la banda y que esa tarde iba a ver a Ozzy o a Judas Priest. Unas tres canciones bastaron para que cayera una ovación paulista para la agrupación formada en 2009.

Como golpe de KO, cerca del final comenzaron los acordes de Open my Eyes, hit que suena en algunas radios locales y que les ha dado cierto reconocimiento en el medio. Pese a que la guitarra de Holiday estaba demasiado fuerte y opacaba a los otros instrumentos, el riff de aquel tema suena a clásico. Parece haber sido concebido en otro estado. El cierre con Keep on Swinging dejó claro que la banda es lo mejor que ha salido en los últimos años y que mantiene vivo el eje del género por estos tiempos.

Obrigado, Rival Sons.