Dicen que los martes 13 son días de mala suerte. “No te
cases (¿la gente se sigue casando?) ni tampoco te embarques”, aseguran los más supersticiosos.
Pero en Chile pasó todo lo contrario: fuimos afortunados. Los alemanes de
Scorpions aterrizaron en nuestro país para celebrar los cincuenta años en el
ruedo y conmemorar su longeva carrera forjada a base de riffs que se mueven entre
el hard rock y el heavy metal. Estilo que les ha valido ser la banda alemana
más exitosa de todos los tiempos.
Y los teloneros no fueron cosa poca. Nada menos que Whitesnake fueron los encargados de abrir los fuegos de una jornada
cargada de clásicos y nostalgia por donde se le mirara. Qué dupla.
Casi puntual a las 21.00, David Coverdale apareció con su
carisma obligatorio. Vestido con una camisa blanca con la bandera de Chile y
unos jeans ajustados, el inglés de 64 años se acercó de entrada al borde del
escenario para que los fanáticos lo apreciaran en detalle. Con Bad Boys y Slide
it In fue calentando la garganta, que al comienzo no lucía del todo
convincente.
Adentrado el show, Coverdale daba mejor en los tonos y
hacía cantar a los fanáticos que llegaron a vitorearlo. A mitad del
espectáculo, el baterista Tommy Aldridge se robó la película con su solo en
Crying in the rain. Agitando su crespa y lanuda cabellera, Aldridge, quien
también ha tocado con Ozzy y Thin Lizzy, terminó dándole de puñetazos a los
tambores y platillos, recordando, en parte, los solos del gran John Bonham. La
ovación más grande, hasta ahí, caía desde las gradas.
Is this love, Here i
go again y Still of the night conmovieron y mostraron lo mejor de la banda.
Para el cierre una pequeña sorpresa: Burn, de Deep
Purple. Al comienzo el riff no se distinguió bien, por lo que la gente no se percató
de qué se trataba. Pero a medida que la canción fue quemando, el respetable
apreció el regalo y lo cantó a desgarro. Gran cierre tras 1 hora 15 de música.
35 minutos duró la espera entre una banda y la otra. Justo
cuando la gente se estaba impacientando, Scorpions se hizo presente. Con gran
cantidad de luces y el volumen algo alto, Going Out With a Bang cayó con todo
en el Movistar Arena. De gran simpatía, el cantante Klaus Meine se encargó de
saludar e interactuar con el público cada tanto. Los de Hanover repasaron sus
canciones de los 70 en un medley de alto voltaje. Top Of The Bill, Steam Rock Fever, Speedy’s Coming,
Catch Your Train, cayeron como un rayo.
Un set acústico bajó la intensidad y puso el romanticismo
de la noche. Always Somewhere, Eye of the Storm y Send Me an Angel mostraron
toda la calidad de los alemanes.
En medio del show, Meine se tomó un minuto para presentar
a Mikkey Dee, ex baterista de Motörhead. “Sabemos que en Sudamérica aman a
Lemmy”, dijo, lo que el público respondió con gritos.
En eso, otro regalo: el cover Overkill, de Motörhead, lo
que desató el delirio de varios que estaban ubicados en cancha general. Una
bengala apareció detrás de una bandera de Chile -como si estuviéramos en un
partido de Colo Colo y la U-, generando la sorpresa de la fanaticada mayor,
quienes se miraban anonadados por la situación. Alrededor de la bengala se
formó un círculo de personas que bailaban y saltaban al son de la música, como en
un ritual funerario para Lemmy Kilmister. Tremendo homenaje.
El cierre fue en grande. Big City Nights, Still Loving
You y Rock You Like a Hurricane pusieron el broche de oro a una noche llena de
nostalgia, donde dos colosos del hard rock de todos los tiempos entregaron lo
mejor de sus repertorios. Un viaje en el tiempo conducido por un par de
incombustibles de los riffs altos y los clásicos del rock and roll. Fuimos
afortunados.
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