Aerosmith es espectáculo. La institución fundada en los 70 y una de las
bandas más gloriosas de la historia del rock, conquistó anoche al Movistar
Arena. Los de Boston se presentaron ante un recinto repleto, en lo que
anunciaron como su gira de despedida
Cerca de las 20.10, el carisma de Steven Tyler se hizo
presente en el recinto para el jolgorio de la multitud. Con un atuendo que es
su marca registrada, Tyler lució su buena calidad vocal desde el inicio con
Back in the Saddle. El cantante, de 68 años, tiene un magister en cómo ser un
frontman: se mueve por todo el escenario, coquetea con las mujeres casadas,
canta, baila e interactúa con el público. Un genio de los shows en vivo.
Love In An Elevator, Cryin' y Crazy mostraron el
notable fiato en la muralla rítmica de la banda: Joey Kramer en la batería, Tom Hamilton en el bajo y Brad
Whitford en la segunda guitarra.
No obstante, Joe Perry vivió su propio concierto. Sus
amplificadores tuvieron problemas desde el primer minuto del show. Su guitarra
no se escuchaba bien y en dos ocasiones, en Rag Doll y Come Together, se fue a
0. Se le veía molesto. Lejano. Hastiado.
“Súbele a la guitarra, sonidista”, gritaban desde el
público. En reiteradas veces, Perry miró a la mesa de sonido buscando respuesta
para su bajo volumen, la cual no encontró en buena parte del espectáculo.
Incluso en una oportunidad, el guitarrista de 66 años se acercó a uno de sus
Marshall y movió las perillas de mala gana. Cuando la guitarra se escuchaba por
fin, no era un sonido limpio como al que nos tiene acostumbrados. Cuesta creer
que un error así ocurra en un concierto de tamaña envergadura. Pero así fue.
De todas formas, fue un gran show. El movedizo Tyler dejó
clara su vigencia. Recordó a ratos al bueno de Mick Jagger en su paso por
nuestro país. El set list, aunque faltaron hits, fue un bonito repaso por la
trayectoria de una banda con 46 años de recorrido. I Don't Want to Miss a
Thing, Walk This Way y Dream On, fueron algunas de las más destacadas de la
noche.
Para el final, el pegajoso Groove de Sweet Emotion, introducido
por la línea de bajo de Hamilton y el talk box de Perry, cierra la noche. La
ovación y el confeti se fusionan en la despedida. Demostrando su grandeza, Tyler
buscó meterse los problemas de sonido al bolsillo y entregar una fiesta de
principio a fin. Si fue la despedida, solo agradecer el espectáculo. Pero
claro, todos los que estábamos ahí, y los que no, esperamos que no haya sido un
adiós definitivo.
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